Prólogo improvisado.
Una habitación oscura, mugrienta, húmeda, llena de goteras de donde cae agua a un ritmo moderado. Hay un charco justo al lado de mi brazo y cada vez que una gota cae me salpica al rostro. No tengo una cama, solo una manta con la que taparme en las noches frías y gélidas. El clima de ahí fuera debe ser frío, muy frío. Me imaginó el suelo lleno de nieve y montañas con la cima helada. Las ventiscas deben ser algo muy típico de ahí fuera. Hubo noches que mi sueño fue interrumpido por el ruido que golpeaba mi ventana tapiada por tablones de madera. Una vez intenté quitarlos, intenté despegarlos de la pared, arrancarlos uno a uno hasta llegar a la realidad pero no conseguí más que clavarme astillas en las manos. Rodrick entraba una vez a la semana para examinarme. Temían que me autolesionase y por eso no me daban cubiertos cuando dejaban la comida en la puerta. Ese día Rodrick me abofeteo, me castigo por intentar escaparme y me hizo jurar que jamás lo volvería a intentar. No debatí. No iba a conseguir nada, si acaso que me pusiesen un bozal para que no hablase como hacían de pequeña. Mis 18 años allí han sido la peor etapa de mi vida. Bueno, no era ni vida. Tenía en la pared los días que pasaban desde mi décimo cumpleaños, ese día me daban ropa nueva, tres hatos. Yo me tenía que lavar esa ropa con una barreño que me dejaban una vez a la semana lleno de agua. Así durante 8 años.
En mi dieciocho cumpleaños escuché gritos tras la puerta, los hombres que dejaban la comida estaban borrachos y daban golpes a la puerta. "Niña, traemos nuevos harapos para usted" chillaban sin educación alguna. Yo era hija de la duquesa Hallie de Naryetia, eso recordaba. Sus mirada de desprecio era habitual en las comidas de mis primeros seis años. Hasta que me encerraron. Mis tres hermanos mayores, todos varones, me miraban con el mismo desprecio. Nunca entendí por qué no era admitida en la familia y una niña de seis años no debería criarse en ese entorno. Por culpa de ello nunca he sido especialmente amable, odiaba todo de allí.
Tres golpes más a la puerta. Escuchaba los cerrojos abrirse y el manillar moverse. Temía que me hiciesen daño, ya habían dejado ver su deseo por mí y tres hombres borrachos podían hacer lo que quisiesen con una joven de dieciocho años.
Me recogí la falda con un nudo a la altura de las rodillas, me coloqué la blusa por debajo de la falda y me remangué. Empecé a tirar de los tablones de madera con toda mi fuerza. Más que la que tenía con doce años. Había crecido considerablemente, uno setenta y pico daba mucha más fuerza que uno cincuenta de doce años. Aun así costaba, y mucho. Mis palmas estaban ensangrentadas y me dolían.
Conseguí quitar el primer tablón pero los guardas estaban abriendo ya la puerta. Me tiré encima de ella con todas mis fuerzas volviendo a cerrarla. Coloqué la silla que tenía donde cosía y leía los pocos libros que me subía Rodrick. Volví a la ventana y continue arrancando los tablones. Los guardas estaban enfadándose y amenazaban con desenvainar la espada si no quitaba la silla. Yo les ignoré y quité el último tablón de la ventana. Esperaba encontrar la salida pero me encontré con una reja oxidada, solo tenía que conseguir soltarla de la pared. Me senté en el poyete y empecé a zarandearla sin éxito. Los guardas ya habían abierto la puerta y venían haciendo eses a por mí con la espada en la mano. Solté una última patada a la reja con la esperanza de que esto si funcionase y por suerte fue así. Estaba dispuesta a saltar, con el frío de la noche y sin abrigo pero un hombre me agarró de mi melena negra azabache con fuerza.
"¿Dónde crees que vas, Yvette? Te llevaremos ante tu madre" me dijo el hombre. Eso si que no. No iba a volverla a ver la cara, si la volvía a ver iba a vengarme, no a arrodillarme. Me giré hacía él y mordí su mano. Soltó mi pelo del dolor y me rozó con su espada en el rostro provocándome una herida desde la mejilla hasta el labio. Me tiré sin ser consecuente de la altura a la que estaba. Por suerte, había una gran capa de nieve por lo que sobreviví a la caída. Me levanté y corrí hacía el interior del bosque. Sin rumbo. Sin abrigo. Sin comida. Solo huía.
V.
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